TRANSGÉNICOS Y EL DEDO EN LA BOCA

A quienes hemos visto el documental “la corporación” quedamos pasmados con la cantidad de información que entrega sobre los distintos procesos que enmarcan a sociedades postindustriales o en vías de industrialización, como es la relación de dominado y dominante, la lógica de poder de las transnacionales, que hacen y deshacen entorno a que comer, vestir, ver, leer, vivir.

Los transgénicos u organismos genéticamente modificados (OGM) son aquellos que se les ha alterado la información genética artificialmente injertándoles genes de otro organismo diferente, aún hasta en reino, es decir, la biotecnología ya posibilita «crear» organismos con genes de plantas a animales o bacterias u hongos.

– Ya existen fresas con genes de peces, maíz con genes de bacterias, seres que genéticamente recordarían un «frankenstein». Los humanos estamos modificando el curso de la vida y creando seres vivos que nunca hubieran existido de manera natural y que nunca antes habían estado en nuestro planeta.

– Si los transgénicos se liberan al ambiente pueden contaminar genéticamente la naturaleza de nuestro planeta, esto es un peligro altísimo de seguridad ambiental del mundo. Igualmente el consumo de transgénicos en alimentos u otros productos representan un riesgo, ya que no se sabe qué pueden producir a nuestra salud.

– Las organizaciones ambientales luchan por usar el PRINCIPIO PRECAUTORIO y no tratar de arreglar los problemas cuando profundos daños ya fueron ocasionados al ambiente y la salud (como el uso del DDT y la energía nuclear, por mencionar algunos).

– Hay una gran mentira de quienes promueven los transgénicos. Dicen las empresas que los producen y comercializan, que son el hallazgo tecnológico que acabará con el hambre y la pobreza mundial, y nos permitirán ser y vivir en un mundo mejor. Una promesa con fines comerciales similares impulsó y abusó de los fertilizantes y plaguicidas químicos que a la fecha se encuentran contaminando todos o casi todos los organismos vivos, la tierra, el agua y el aire, generando daños incuantificables en los ecosistemas y los seres humanos. Y no resolvieron el hambre, como tampoco lo harán los transgénicos.

– Las industrias químicas tienen alimentos genéticamente alterados para las siguientes características específicas: para aumentar ganancias al aumentar artificialmente la durabilidad del producto en la estanterías de las tiendas; para aumentar ganancias al aumentar la compatibilidad de las plantas con las pesticidas y herbicidas de la misma industria química; y para aumentar ganancias al crear semillas que cuestan más pero ahorran el dinero de los productores porque los vegetales o las plantas crean sus propias pesticidas internamente.

– El peligro de cultivar organismos transgénicos radica en que la mayoría de las plantas se reproducen intercambiando polen entre miembros de su misma especie y con algunos parientes silvestres. Esta forma de reproducción es la que puede provocar la contaminación genética, ya que al implantar organismos transgénicos en el medio ambiente, se libera al mismo tiempo el polen transgénico y no se sabe qué le puede suceder a los insectos polinizadores o a las abejas cuando consuman miel de una planta que produce su propio insecticida.

– En materia de salud humana no se sabe qué consecuencias pueden traer a mediano y largo plazo el consumo de productos transgénicos. Sin embargo, se sabe que ciertos cultivos transgénicos, a los cuales les insertaron genes de resistencia a antibióticos, pueden generar bacterias que causan enfermedades o resistencia a los antibióticos en humanos y animales. Esto quiere decir que quienes consuman cultivos transgénicos con resistencia a los antibióticos, podrían tener dificultad para combatir infecciones.

– En los últimos tres años, las áreas plantadas en todo el mundo con cultivos transgénicos pasaron de 2,8 millones de hectáreas a casi treinta millones, y después de Estados Unidos, que tiene el 74 por ciento de esas cosechas, Argentina tiene el 15 por ciento y Canadá el 10 por ciento. Las ventas totales de cosechas transgénicas crecieron de 235 millones de dólares en 1996 a 1.500 millones en 1998. Se calcula que para el año 2000 será un negocio de más de 3.000 millones de dólares.

– En algunos países en que existe normativa sobre los transgénicos, sólo es obligatorio el etiquetado específico, indicando que puede contener organismos modificados genéticamente (OMGs), cuando pueda ser detectado en el alimento el ADN modificado por la manipulación genética o las proteínas procedentes de este ADN modificado, quedando excluidos de la obligatoriedad en el etiquetaje todos aquellos alimentos donde no pueda encontrarse el ADN y/o las proteínas extrañas, aunque utilicen en su composición componentes provenientes de OMGs como lecitinas, y aceites y grasas vegetales.

– De hecho, quedan expresamente excluidos del etiquetado obligatorio los componentes de alimentos, aunque estos procedan de OMGs, que sean clasificados en la industria alimentaria como aditivos de alimentos, saborizantes de alimentos y disolventes utilizados en la industria del procesado de alimentos. En la práctica, esta normativa deja fuera de la obligatoriedad del etiquetado aproximadamente al 90% de los alimentos comerciales que contienen OMGs o componentes de OMGs.

Y la lista de datos puede seguir, pero en Chile los cerdos, representantes de las grandes cadenas transnacionales, entre las que se encuentran Monsanto, dueña de Semillas Seminis, así como de Agrosearch, Limagrain, Pioneer y Ventrabioscience, se toman sus vacaciones felices de la vida, cuando el día 11 de marzo deban votar por el proyecto de ley de liberación de los transgénicos y sus derivados y acaso estas personas ¿habrán leído lo suficiente? Por eso como hace un integrante de nuestro equipo, plante sus propios alimentos, es una buena iniciativa.

Una vez más ponen la bota encima de nosotros.

Más Información:

Cultivos Transgénicos en Chile
Cerdos 1
Cerdos 2

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