Las largas filas de los indeseables: la falsa promesa y el germen del odio

Ya llega el verano, se empieza a terminar el año, se inician las vacaciones y tenemos las ganas de andar más fresquitos y relajados y no hacer nada. Las sandías, las uvas, las humitas y el choclo, son el corolario de la entretención que está por comenzar. Salimos del colegio, por fin, nos queda la PSU, empezamos la universidad, mucha gente por conocer, muchas cosas que aprender. Todo en relación de ser alguien en la vida. Todo por ser como ellos… Ya salí y no encuentro trabajo. Veo que quienes tienen contacto empiezan a destacar, siendo que no les iba muy bien… uno se quedo en la empresa del papá… mira, se fue donde su tío… Pero y yo? a mi solo me fue bien en la U.

Siento todavía el aire de marzo cuando me imaginaba como iba a hacer la vida universitaria, la decisión de ser el profesional que quieren todos, en fin, algo en la vida. Durante el tiempo que dedicas a comprender ciertas materias, le agarras cariño y compromiso, por lo que haces, te fías de un par de buenos compañeros, la amistad empieza aflorar, por consiguiente la competencia también, la vida universitaria muestra los indicios de la incipiente vida laboral, el ser alguien notorio, el ser alguien en la vida.
Es común ver la impronta de nuestros padres en la decisión que tomemos con nuestro futuro, pensemos que se deben a las inseguridades, reflejemos en ese instante de que quieren algo mejor para nosotros, lo cual no es malo, pero se asoman una serie de imágenes de un pasado, de ese pasado cuando éramos chicos, íbamos a los jardines infantiles, veíamos los malabares que se tenían que hacer para solventar algo, a lo que de repente, pre/post dictadura, se llamo la idea de educación para ser profesional.
Ud. señor lector se preguntara con que imágenes, lo mas probables, nuestros padres se reflejaban y deseaban el porvenir mas provechoso para nosotros. Imágenes colectivas se veían rondando entorno a eso. O acaso no se acuerda ud. de la imagen de la oficina, del archifamoso programa del japenning con ja, en donde en innumerables ocasiones aparecía el jefe de la oficina, con apellido vinoso, vapuleando a diestra y siniestra a secretarias, canitrots, guardias, espinitas, etc. Es aquella imagen colectiva del cuico chanta de apellido vinoso, como un Zañartu, ese que nos mostraba en sus rutinas el Coco Legrand, con su personaje del cuesco cabrera, pero que sin duda, salía triunfando, riéndose, con el auto/moto de último modelo, aquel que era siempre campeón, que pisoteaban a n(v)uestros padres.
Sin duda era una generación que, a costa de las nuevas formas de apropiación de los medios de producción, basados en tecnología, información y educación. Si aquella que tanto hablamos en este espacio virtual. Donde los hijos de estos señores de apellidos vinosos, llevaban a sus hijos a estudiar a los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, etc. Trayendo consigo un etéreo bagaje de ideas extravagantes y de una clara impostura y vaguedad, ergo como el fin de la historia, aquella no contada, excluida y pisoteada.
Esa generación por la cual no brillaba con luz propia, aquella generación floja y resignada a los avatares del tiempo y el trabajo. Esa generación que traspaso a la bellaquería cotidiana, aquella generación que, como un buen historiador la califico como sin historia y carente de biografía, no fija limites de apropiación para saciar su contenido aspiracional, morboso, llano y parco de imitación y consumismo.
Mientras eso ocurría en otros lados y lugares, disociados con el resto, los que le daban sustento y forma a las formas de producción, donde las personas anteriormente nombradas echaban mano, seguían peleando por mantener sus puestos de trabajos, ascender de escalafón en la oficina, mantener a los hijos en buenos colegios, católicos por lo demás. Especulaban con esas garantías que ofrecían como prosperidad y fe. Fe en la aspiración a ser como ellos.
Una vez que ya tenemos varios marzos a nuestras espaldas, donde en esos veranos, nos propusimos trabajar para poder, en ciertas ocasiones, vacacionar y disfrutar de la playa. Se empieza la idea de conseguir trabajo, llegas a presentar tus cartas de iniciación, tu cuota de formalidad se acentúa, en fin adquieres “mas” responsabilidad, asumiendo lo adulto que eres.
La presente columna no tiene mas que otro fin de dar un punto de vista, jamás concluyente, en torno a lo que son esas largas filas de cesantes “ilustrados” que diario a diario, me toca conversar/compartir sobre las distintas elecciones donde te desmarcas de la cotidianidad. Donde esas promesas que van y vienen, aquellas que te dicen que si sigues obtienes tal o cual puesto, salario, etc. Pero vamos un poco al meollo.
Siempre partimos con un presupuesto base, una idea mínima y primigenia de “ascender” o “aspirar”. Vamos un poco mas allá, la RAE, a la palabra ascender le otorga un valor de adelantar o valer, tanto como en dignidad o en empleo, todo dirigido a lo que es empleabilidad o sujeto de uso. Y la segunda acepción, es el contenido futuro, la pretensión de conseguir algo, claro esta en relación al empleo y la divinidad, ergo empleo es igual a dignidad.
Sin embargo, resulta un improperio en relación a dicha operación que, aunque suene lógica, no lo es.
Pero, una vez consensuada tu introducción a la responsabilidad, ojo la “máxima”, pensando que no tenías otro tipo de responsabilidades. Viene una turba de personas en la que insisten en la idea de porvenir y éxito en el futuro. Pero, dicho sea de paso, pasa que estamos siempre con la bota en la espalda, como en su momento lo reflejé, los cuescos cabreras y Los Zañartu, ya desaparecieron, ahora viene cualquier aparecido lamebotas, que, estando contigo y sabes que es chanta y etc. Las emprende de jefe, las emprende de sapo de los otros jefes, esos que no andan en chile, andan en helicópteros y que tienen acciones hasta del papel confort. Tomando el control los nuevos ricos del país, ya no con esos nombres vinosos, ahora son González, Ríos, etc.
Una vez un amigo mió me comentó que existen dos clases de personas en el trabajo, trabajo genéricamente hablando. Los que tienen las bolas suficientes para nos ser apatronados y los otros, ud. sabe de los que hablo.
En el recambio de esta generación se debe a la inscripción, solo de orden generacional, de quienes fueron las primeras generaciones de esa promesa que siempre estuvo latente, el del progreso, la idea del self made man, que varios sociólogos desde Weber hasta Giddens han mencionado en sus escritos, como promesas del capitalismo.
Pero que queda, ellos fueron la fila de los iniciados, los que fueron, son y siguen siendo los mismos asegurados; los hijos de los dueños de las formas de producción, los hijos de la dictadura, es decir, los promotores de la dictadura, demócratas y cristianos, los que hicieron la tranza hace mas de 30 años.
Entonces; ¿de que amor me hablan, de que sentimiento y representatividad, de que legitimidad y democracia, de que valores patrios y de religión, de que humanidad me hablan? Si siempre se sigue poniendo la bota encima.
Nuevos sucesos agreguémosle a esto, los de Maria Música, los del transantiago, lo de la educación, lo de la muerte de las niñitas del cumbre que, a diferencia de varios, no siento el representativo luto/duelo, porque no me es cercano. Que se instala con toda energía, un germen, de odio, de algo que no tenemos, que pensamos como lo queremos y que siempre, siempre, nos dicen que hacer y como hacerlo. O acaso algún sociólogo de turno, psicólogo social o antropólogo deja de lado que el odio también funciona como el motor de la sociedad, muchos felicitan a Maturana, con el amor como elemento autopoietico por excelencia, pero existe igualmente la odiosidad, que en ningún caso es gratuita; es ganada, legítimamente adquirida y socialmente compartida.
A la salud de uds.

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