El futuro de la guerra de clases

Comercio justo entre individuos
Comercio justo entre individuos

El concepto de lucha de clases fue acuñado hace mucho tiempo atrás, aunque fue instaurado de forma popular gracias al marxismo. Este concepto postula un antagonismo constante entre diferente clases sociales.

Hoy en día este antagonismo se ha agudizado a un nivel donde ya ni siquiera existe una conciencia de la misma clase, gracias al crédito y el bombardeo publicitario y aspiracional a la que nos somete internet, se ha logrado, de forma aparente, que pretendamos pertenecer a una clase de la que no somos parte.

//Nota del editor: el documental «El Siglo del Individualismo» trata muy bien este tema, acá abajo pueden ver el episodio llamado precisamente: «Maquinas de la Felicidad»

Todos de alguna forma quieren ser ricos, o “tener dinero” para finalmente liberarse de todos los problemas que acarrea la falta de dinero. Lo que muchos no se dan cuenta es que el sistema está diseñado así, porque esa gente que busca “tener dinero” nunca va a tener suficiente, por dos razones:

  1. Sus gastos van a seguir aumentando: Ya que los humanos tenemos esa estúpida idea de que los recursos son infinitos y que por alguna razón, ser austero, precavido o desinteresado en las cosas materiales, es “de pobre”.
  2. Su clase nunca va a cambiar: Sencillamente porque no son parte del grupo, la clase alta de Chile, que de alta no se que tiene, son un montón de delincuentes que tienen super claro quienes son parte de su clase, y están super organizados con respecto a cómo actuar. Si no naciste en su círculo, no estudiaste en sus colegios/universidades o no te casaste con su hijo/hija, no vas a lograr entrar.

Quizás si puedes comprobar que eres capaz de llevar a cabo atrocidades como gestionar una colusión, puede que seas considerado.

Entonces volvemos a esa gente que a regañadientes se considera de clase media, digo a regañadientes, porque les gustaría ser de clase alta. Y están asustados de la clase baja, los que roban, hablan mal y rayan el metro. Esta gente se pasa la vida trabajando para enriquecer a los de la clase alta con la ilusión de algún día ser parte de ella, odiando su realidad, y aprovechando toda oportunidad de vapulear y discriminar a la clase baja.

Lo único que esto provoca es una carencia de sentido de comunidad que es preocupante, una falta de empatía total por la gente que vive alrededor tuyo e incluso por los que tiene menos, digamos que promueve una “clase media – baja” desclasada, por muy ridículo que suene.

¿Y qué pasa al otro lado por mientras? La clase alta se asegura, tienen su imperio montado sobre este maquina desclasada que quiere ser como ellos, que creen que apoyando sus estrategias de negocio brutales, siendo parte de sus partidos políticos, manejando de forma impecable sus empresas van a ser eventualmente ascendidos en su clase social.

Es preocupante, es solo cosa de ver lo que pasa alrededor, esa patético video publicado hace unas semanas a jóvenes que daban la PSU, presentado de “Plaza Italia para Arriba y Plaza Italia para abajo”  lo mostraba clarísimo, mientras los representantes de clase media/baja relataban cándidamente sus peripecias para estudiar “lo que pudieran”, los de la clase alta respondían todos como robot “Comercial en la Católica” presentándolo como si fuera una especie de pase dorado a la perpetuación de clase su clase.

Creo firmemente que el cambio ya no está en la calle, ni en las protestas, ni en votaciones. El cambio está en nuestras cabezas y la revolución debería partir del cambio de pensamiento de cada uno. No vamos a lograr nada mientras no empaticemos con los que nos rodean, las circunstancias de que alguien tenga mas o menos ingresos que uno no lo hacen una mejor o peor persona, de hecho su clase social no los hace mejores o peores personas, debemos dejar de empatizar con los ricos y dejarles claro que estamos enojados por todo lo que nos han hecho. Y claramente tratar de transformarse en uno ellos no es la forma de empezar.

Debemos dejar de leer sus medios, comprar en sus supermercados, pasear en sus malls, cada pequeño acto de consumo que realizamos hace que sus millonarias cuentas bancarias engorden un poco más.

Tenemos el poder de destruir la botella de vino
Tenemos el poder de destruir la botella de vino

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